Revisión de portafolios: Correspondencias, jornada de intercambio intergeneracional.

En esta jornada de revisión de portafolios, el tiempo no se detiene: se dobla, se teje, se multiplica. Es un instante compartido entre quien ya ha recorrido el camino y quien aún está encontrando sus propios pasos.

Un diálogo en imágenes, un juego de espejos donde cada generación le susurra a la otra: «mira, esto es lo que aprendí, ¿qué ves tú?»

Es 5 de marzo y, una fotógrafa emergente ajusta la luz de su habitación. No es cualquier mañana: es su turno. Treinta minutos para desnudar su portafolio ante una artista experimentada, una mentora, una desconocida que, en cuestión de segundos, será cómplice de su visión.

¿Nervios? Claro. Estás a punto de mostrar la imagen de un reloj de arena roto, porque trataste de congelar la sensación de que el tiempo se escapa… y no sabes si a alguien le importará lo que quieres decir.

En otra ventana, una revisora se recarga en su silla, observa la pantalla y sonríe. Ella también estuvo ahí alguna vez: la incertidumbre de saber si lo que capturas con la cámara es suficiente para contar lo que llevas dentro. Porque la imagen no es solo luz y encuadre, es memoria, testimonio y, sobre todo, una manera de decir «estoy aquí».

El Centro de la Imagen, que es la institución dedicada a la exploración y difusión de la fotografía en México, ha orquestado esta sinfonía visual con seis revisoras y 36 creadoras emergentes, un intercambio intergeneracional donde cada mirada es una carta escrita con imágenes.

Correspondencias, lo han llamado. Porque en cada retrato, en cada sombra bien colocada o en cada mancha de luz inesperada, hay un mensaje para alguien más.

Las participantes se dividen en núcleos, en subgrupos, en pequeños universos fotográficos donde la experiencia cambia de manos como si fuera un carrete de película analógica. Al final de la jornada, las voces se entrelazan en una conversación final, donde lo aprendido resuena en todas direcciones dentro de tu cuarto.

El eco golpeando paredes en tu cuarto, por las veces que puede tu fotografía decir lo que las palabras no alcanzan.

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